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¡ALTO A LOS DESASTRES!

>> TRISTE REALIDAD DE UN TSUNAMI




Tsunami Thailand (Koh Phi Phi) - 2004




DESASTRES NATURALES – TSUNAMI

La frecuencia y gravedad de los desastres han ido en aumento, y los expertos apuntan al cambio climático como uno de los culpables. Si en la primera mitad del siglo XX hubo una media de 12 desastres al año, en 2004 el número alcanzó
la asombrosa cifra de 3507.

El sufrimiento humano causado por los desastres naturales se siente con mayor intensidad en los países en desarrollo, sobre todo en las naciones azotadas por la pobreza. Durante los desastres, los países con un bajo índice de desarrollo humano padecen unas tasas de mortalidad más elevadas.

Además, las situaciones catastróficas generan con frecuencia enormes daños económicos, que a menudo superan el producto interno bruto de los países de bajos ingresos. Si bien los desastres naturales son devastadores para cuantos los padecen, los niños y niñas son los más vulnerables, debido a su pequeño tamaño y a su relativa incapacidad para valerse por sí mismos.

Durante los desastres naturales, los niños y niñas están más expuestos a perder la vida o, con posterioridad al desastre, a sucumbir a la desnutrición, las heridas o las enfermedades. Los desastres naturales pueden forzar a los niños a abandonar sus hogares, o incluso sus países de origen. Los niños pueden quedar huérfanos, o verse separados de sus familias, y pueden ser víctimas de adultos oportunistas.




… Y que es el TSUNAMI?????

Es una serie de olas, que se generan en un océano u otros cuerpos de agua, a causa de terremoto deslizamientos de tierra, erupción volcánica o impacto de meteoritos. Los tsunamis generan grandes daños cuando chocan contra las costas. Algunas personas llaman a los tsunamis, "olas de mareas", pero estas olas monstruosamente gigantes realmente tienen muy poco que ver con las mareas, de manera que el término de "olas de marea" en realidad es incorrecto.

Las olas de un Tsunami son diferentes a las que llegan hasta las orillas de los mares o lagos. Este tipo de olas son generadas por los vientos que hay mar adentro, y son olas bastante pequeñas en comparación con las olas de un tsunami. Las olas de un tsunami en el océano abierto pueden tener más de 100 kilómetros de largo. ¡Eso es lo que medirían 1000 canchas de fútbol americano!. Las olas son inmensas, y viajan muy de prisa, a una velocidad aproximada de 700 km/hr. Pero tienen sólo un metro de altura cuando están mar adentro.

A medida que un tsunami viaja en dirección a las aguas menos profundas de la costa, desacelera y aumenta en altura. Aún cuando es muy difícil ver a un tsunami en el mar, cuando llega a la costa puede crecer hasta alcanzar muchos metros de altura y, a medida que se acerca de la costa, desarrollar mucha energía. Cuando finalmente llega a la costa, podría parecer que el tsunami es una marea que crece o decrece rápidamente, o una serie de olas con una altura máxima de hasta 30 metros.

Pocos minutos antes de que un tsunami choque contra la costa, el agua que se encuentra cerca de la costa se retirará y podrá verse el fondo marino. Por lo general, la primera ola no es la más grande, y cada 10 a 60 minutos llegarán más olas. Estas olas se mueven mucho más rápidamente de lo que puede correr una persona. El peligro de un tsunami puede durar muchas horas después de la primera ola. Diferente a otro tipo de olas, las olas de un tsunami no se giran ni rompen.

Las costas afectadas por un tsunami se erosionarán severamente. Un tsunami puede causar inundaciones hasta cientos de metros tierra adentro. El agua se mueve con tal fuerza que es capaz de destrozar casas y otro tipo de edificaciones.


Preparación frente a las emergencias y reducción de riesgos

Los niños y niñas deben ser la principal prioridad en las actividades para reducir riesgos. Paralelamente a las estrategias de reducción de riesgos para la población en su conjunto, es preciso defi nir los riesgos específi cos que corren los niños y sus cuidadores, y las medidas que es preciso adoptar para contrarrestar estos riesgos.

Deben diseñarse estrategias de reducción de riesgos orientadas a educar a las familias y a los niños sobre todo tipo de medidas sencillas y prácticas que pueden proteger la vida y los bienes personales en caso de desastre natural. Unos programas efi caces de concienciación en escuelas, hogares y comunidades pueden crear una cultura de la prevención y aumentar la autonomía de los niños.

Para garantizar respuestas efectivas, oportunas y fiables, deben adoptarse medidas de preparación para las emergencias orientadas específi camente a niños y mujeres. Niños, familias, comunidades y prestadores de servicios básicos deben estar preparados para afrontar las necesidades sanitarias, nutricionales, educativas y de seguridad que se presenten cuando se produzca un desastre.

Puesto que la pobreza impide a menudo que las personas tomen medidas preventivas –y dado que lo que determina los efectos de la crisis no es sólo el desastre, sino también los niveles de vulnerabilidad– es preciso reducir la vulnerabilidad subyacente de las familias mediante, entre otras cosas, la lucha contra la pobreza.

Puesto que los desastres repercuten sobre todo en los más vulnerables, las estrategias de respuesta deben abordar de forma específica sus necesidades. Para garantizar la pertinencia de estas estrategias, las personas a las que van dirigidas deben participar en su elaboración.



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